La imitación temprana y la comunicación

Lic. Pablo Hernan Cueto

El mecanismo de imitación temprana le permite a los bebés comunicarse con sus padres. Esta capacidad no solo les abre las puertas al mundo social sino que implica una estructura mental ya muy desarrollada.

En los últimos años la imitación temprana ha sido bien demostrada (ver artículo anterior). Los bebés poseen una capacidad innata para imitar y desde que nacen imitan los gestos que se les hace. Esta capacidad no solo les abre las puertas al mundo social sino que implica una estructura mental ya muy desarrollada. Ya no se puede sostener, como lo hacía la teoría clásica, que los bebés nacen con los sentidos incoordinados entre sí. Si así fuera, ¿cómo podrían reconocer que el gesto que están viendo es el mismo que el que sienten que están haciendo?

Solo teniendo una representación del gesto, que sea independiente de la forma sensorial en que se capte, podría el infante imitar un gesto que ve (pero que no siente) con un rostro (el propio) que no ve (pero que siente). Solo “cruzando” la información que percibe con la vista, con la información que recibe propioceptivamente de su rostro, podría el infante imitar un gesto tan tempranamente. Los científicos llaman a este cruzamiento “procesamiento de la información con modalidad cruzada”. Por medio de este procesamiento de la información, por ejemplo, los infantes pueden “imaginarse” la forma visual que tendría un objeto que han tenido en sus bocas pero que no han visto. En este caso, al “cruzar” la información de la boca con la visual pueden reconocer visualmente un objeto que antes han tenido en sus bocas.

Pero también pueden cruzar la información visual con la auditiva y pueden hacer una “lectura de labios”. Así, si se les muestra a los infantes dos imágenes de personas moviendo la boca en forma diferente, mientras escuchan por un parlante el sonido que produce solo una de ellas, los infantes reconocen a la persona que produce el sonido. Estos datos y otros son los que dan el sustento científico a la enseñanza que los padres realizan normalmente con sus hijos.

El bebé también quiere hablar y lo demuestra en una incipiente “protoconversación”. Después de nuestras “palabras”, el bebé responde imitando los movimientos de la boca.

¿Quién de nosotros no se ha comportado de una manera especial frente a un bebé cuando les hablamos? ¿Tiene sentido hablarle a los bebés? Nos encontramos con un bebé de 1 o 2 meses, nos colocamos delante de él y comenzamos: “ajó-ajó”, “qué-lin-do-be-bé”, “cu-cu-cu”, “ma-ma-ma”. Hablamos pausadamente y en un lenguaje sencillo, casi “tonto”. Hablamos en un idioma que universalmente se conoce como “madrecino” ya que es la forma en que toda madre le habla a su bebé. Ahora se sabe que de esta manera el bebé ya está aprendiendo a hablar. Pero atención... ¡también está hablando!

El bebé también quiere hablar y lo demuestra en una incipiente “protoconversación”. Después de nuestras “palabras”, el bebé responde imitando los movimientos de la boca. Entonces tenemos que estar atentos ya que, como en todo diálogo, se produce un juego en donde se van asignando turnos a cada “orador”. Cada uno comienza hablar respetando “su turno para hablar”. En este juego de ida y vuelta, ambos “oradores” encontrarán fascinante el diálogo entablado. El bebé lo demostrará con su sonrisa, y el adulto se sentirá enormemente satisfecho y agradecido por haber logrado una comunicación oral mucho antes de que el niño pudiera hablar.

Esto no es novedoso para las mamás que siempre han sentido el contacto con sus bebés. Lo novedoso es que la ciencia ahora haya podido explicar mejor tal contacto. Ahora sabemos que desde muy temprano se puede entablar una “conversación” y mantener un “diálogo” con nuestros hijos. Disfrutémoslo.

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