La imitación temprana

Lic. Pablo Hernan Cueto

Los bebés imitan a sus padres desde que nacen.

Que los niños imitan a sus padres no es una novedad. Pero sí es sorprendente que la imitación comience mucho antes de lo esperado. Hace ya casi 30 años que la revista Science publicó un artículo en donde se demostró que los bebés de 12 a 21 días de edad podían imitar los gestos que un adulto les hacía. Sacar la lengua, abrir la boca, o mover secuencialmente los dedos de la mano, eran gestos imitados fielmente por los bebés. Este trabajo pionero sembró dudas sobre la teoría clásica y llevó a los investigadores a revisar lo aceptado hasta ese momento.

En las últimas décadas el experimento fue reproducido varias veces y la imitación temprana fue demostrada en más de 25 estudios diferentes realizados en 13 laboratorios independientes en países como Estados Unidos, Canadá, Francia, Suiza, Suecia, Israel, Grecia, Japón, en incluso en el Nepal rural. Se llegó a demostrar la imitación en neonatos de hasta 42 minutos de vida y ahora se acepta que la capacidad para imitar es innata.

La imitación no es automática y puede ser “creativa”. Si los bebés ven un gesto novedoso, como sacar la lengua hacia un costado, comenzaran por sacar la lengua de manera ordinaria, pero controlarán poco a poco sus movimientos guiando sus respuestas hacia la acción observada. Pero a veces, producen un error interesante: sacan la lengua y voltean sus cabezas hacia el costado. Este movimiento es diferente, pero la intención es similar. Sacar la lengua y voltear la cabeza no es el trabajo de un reflejo sin mente, sino un “error creativo”.

La imitación de los bebés puede ocurrir hasta un día después de haber observado el gesto y les sirve para reconocer y “saludar” a las personas. Si dos personas entran y salen del cuarto del bebé, y cada una de ellas le hace un gesto distinto, al volver a entrar el bebé los reconoce y saluda a cada uno con el gesto que hicieron antes. Es una forma que tiene el bebé para decir: “Te conozco, tú eres el que hizo este gesto antes”.

La propensión innata a imitar a los adultos les provee el motor y los mecanismos para el conocimiento social.

La propensión innata a imitar a los adultos les provee el motor y los mecanismos para el conocimiento social. En la imitación de gestos el bebé ve al otro pero no tiene acceso directo a los sentimientos del otro, tiene acceso a sus propios sentimientos pero no puede ver el gesto que produce. La imitación les va dando a los infantes un conocimiento sobre ellos mismos que se va ampliando a medida que imitan nuevos gestos, y les brindan una estructura psicológica para interpretar a los otros. Descubren facetas de las mentes de los otros a través de una analogía con sus propias mentes y simultáneamente descubren nuevas posibilidades en sí mismos observando a los otros.

Cuando los infantes ven que los otros actúan de forma similar a como actuaron ellos en el pasado, “actuando como yo”, proyectan sobre los otros la experiencia mental que se corresponde con aquellos gestos. Esto les brinda a los infantes una ventana para comprender a los otros antes de que puedan hablar. Es como si utilizaran esa capacidad que se les atribuye a los actores para “ponerse en el lugar del otro”. Muchas veces hemos escuchado los comentarios de un actor acerca de cómo le cambió la vida tener que interpretar un determinado papel.

De manera similar, con la imitación, “actuando como el otro”, los pequeños se van conociendo más a sí mismos, van creciendo y pueden conocer más a los demás. Así, los gestos de mamá y papá se convierten en verdaderas escuelas de vida para los bebés.

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